Hace 4 años desde la caída de Kabul bajo el régimen talibán

Según el Women, Peace and Security Index 2023/2024, Afganistán es hoy el país más inseguro del mundo para ser mujer.

En estos cuatro años, las niñas y mujeres han perdido todo:
📚 El derecho a la educación.
🚫 La libertad de movimiento.
💔 Una infancia libre de matrimonios forzados.
⚖️ La participación en la vida pública.

En este artículo compartimos:
🎙 El testimonio de Nilofar, ahijada de Netwomening.
✏️ Los dibujos de Nadia (6 años) y las palabras de su madre Tahera, también ahijadas de Netwomening.

No hay nada que celebrar. Pero sí hay mucho que contar. Que estas voces rompan el silencio y nos recuerden que la lucha de la mujer afgana es una lucha por la dignidad y la libertad que nos concierne a todos.

Testimonio : Nilofar

Mujeres de Afganistán; una voz en la oscuridad, una luz en el silencio

En una tierra que ha estado respirando bajo la sombra de la guerra, el extremismo y la discriminación durante años, ser mujer es en sí mismo un acto de resistencia.
Hoy, las mujeres de Afganistán no solo luchan contra la pobreza y la injusticia, sino que deben pelear por sus derechos humanos más básicos — educación, trabajo, libertad de movimiento e incluso el derecho a sonreír.

Con el regreso de los talibanes, miles de niñas fueron excluidas de la escuela, las puertas de las universidades se cerraron para ellas, mujeres que eran médicas, profesoras, juezas y emprendedoras, fueron desplazadas de sus cargos.
Y lo peor de todo, fue el silencio del mundo; un silencio que, como un muro alto, encerró sus voces.

Pero en medio de esta oscuridad, la mujer afgana no se ha quedado callada. Ella sigue escribiendo, enseñando, aprendiendo en secreto; aún está viva y con cada respiro mantiene viva la esperanza.

La mujer afgana no es una víctima; es una luchadora sin armas, una heroína que cada día, sin cámaras ni titulares, pelea por “existir”.

Y nosotros tenemos el deber de ser su voz.
No desde la compasión, sino desde el respeto.

Testimonio : Tahera

Raíces Rotas, Alas Nacientes: Una Vida Entre Exilios

Nací en el exilio, como tantos hijos del pueblo hazara. Mis padres huyeron de Afganistán cuando las masacres étnicas y los talibanes arrancaron sus raíces. Crecí en Irán, donde durante 24 años aprendí que ser refugiada significaba vivir bajo miradas de desprecio, sin derechos, sin pertenecer. La injusticia fue mi primera lengua.

Pero hubo un destello de luz: el regreso. Bajo el gobierno republicano, por primera vez sentí el sabor de la libertad. Trabajé sin humillaciones, caminé por las calles de Kabul sin miedo, reí en parques donde antes solo hubo sombras. Fueron los días más felices de mi vida, aunque la pobreza nos rodeaba. La vida, al fin, valía la pena.

Sin embargo, la sombra de los talibanes jamás desapareció. Sus ataques suicidas eran un azote cotidiano: todo lugar donde nosotros, ciudadanos afganos, luchábamos por la libertad, era un blanco. Daba igual si eras mujer, hazara, periodista o un ciudadano común defensor de la libertad y los derechos humanos: respirar libertad era tu condena. En Dasht-e Barchi, mi barrio, los suicidas y las bombas caían precisamente sobre las maternidades donde las mujeres hazaras daban a luz a una nueva generación, sobre escuelas y polideportivos en los vecindarios hazaras… Los sueños se desvanecían entre explosiones, y el miedo era nuestro pan de cada día.

Y entonces llegó el 15 de agosto de 2021. El día en que Kabul cayó, y con ella, nuestro futuro. Las calles que tanto amaba se llenaron de hombres armados que borraban a las mujeres de los espacios públicos, como si fuéramos fantasmas. Si pertenecías a etnias vulnerables como los hazaras, te convertías en su presa perfecta. Yo era las dos cosas y supe que la caza sería abierta. Entonces cogí a mi hija de dos años y seguí, junto con mi marido, el único camino que conocíamos: el exilio. Siete meses de sufrimiento en Irán, hasta que España nos tendió la mano.

Hoy, mientras mi pequeña pinta mundos libres en el papel, lloro por los que quedaron atrás: mujeres encerradas, niñas con las escuelas clausuradas, un país convertido en prisión de género y en maquinaria de genocidio étnico bajo el apartheid talibán.

En este cuarto aniversario del régimen del terror, pido al mundo que no sea cómplice: los talibanes no son gobierno, son criminales que deben enfrentar la justicia. Le exijo que no cierre los ojos ante Afganistán: un país que, en realidad, es un laboratorio del terror, donde experimentan cuánto dolor puede soportar una nación antes de desaparecer.

Que nadie olvide a Afganistán, donde aún respiramos a través de los barrotes.

— Una madre hazara, sobreviviente

Dibujos de Nadia (6 años)

En medio de la oscuridad y el silencio impuesto a las mujeres de Afganistán, los dibujos de Nadia representan un acto de resistencia y esperanza. Sus trazos llenos de color nos recuerdan que incluso en los lugares más oscuros, la imaginación de una niña puede abrir ventanas hacia un mundo libre.

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