Esta carta es un grito de vida.
Farzana, mujer Hazara afgana, sobrevivió al derrumbe de la República y a la violencia que arrasó su mundo. Tras años de persecución y miedo, hace apenas unos días logró llegar a Madrid gracias al trabajo del equipo jurídico y de exteriores de NWM, y la colaboración pro bono de un abogado y de la procuradora Sofía Álvarez-Buylla.
Hoy compartimos su testimonio para que su voz, y la de tantas mujeres silenciadas, siga cruzando fronteras. Su historia es dura, pero también un recordatorio de la fuerza, la dignidad y la resistencia de las mujeres afganas.
Carta de Farzana
Mi nombre es Farzana, mujer Hazara, nacida en la provincia de Ghazni, Afganistán.
Tenía solo 17 años cuando me casé con mi esposo, un hombre profundamente enamorado de su país. Servía como oficial del ejército nacional y sentía una responsabilidad inmensa hacia su pueblo. Con el nacimiento de nuestro hijo, le rogué que dejara el ejército para proteger su vida. Finalmente aceptó, y comenzó a trabajar como maestro y vendedor de libros.
Esos años fueron los más felices de mi vida. Vivíamos con sencillez, pero con un amor tan grande que llenaba nuestra casa. Cuando nació nuestra hija, nuestra familia se volvió completa: una vida libre de violencia, sin sombras, llena de ternura. Mi esposo era un hombre muy especial, el tipo de hombre que hace que una mujer se sienta segura, respetada y profundamente amada. Pero la caída de la República cambió todo.
Aunque él ya había dejado el ejército, un día salió hacia Kabul para un trabajo y jamás regresó. El 8 de octubre de 2021, el día más oscuro de mi vida, los familiares y vecinos trajeron su cuerpo sin vida a casa. Lo habían detenido en el camino y, al reconocerlo por su antiguo servicio, lo ejecutaron brutalmente. Ese día, mi corazón se rompió para siempre.
No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran las amenazas. A mi familia le advirtieron que no denunciáramos nada. Y cuando aún no había logrado procesar mi duelo, hombres armados irrumpieron en la casa de mi padre exigiendo que él me entregara en matrimonio a uno de ellos. Mi padre se negó una y otra vez, pero eso le costó palizas, humillaciones y detenciones.
Finalmente, me suplicó que me casara para salvar su vida. Le respondí que mis hijos eran de su padre, y que yo jamás permitiría que crecieran sin libertad. Tomé a mis hijos y escapé hacia Kabul. Gracias a un familiar pude obtener un pasaporte y, con gran dificultad, en 2023 logré huir a Pakistán. Me registré ante Naciones Unidas, y comencé a trabajar. Intenté construir una vida, pero no recibí ayuda y las condiciones eran extremadamente duras. El miedo, la pobreza y la desesperación me rodeaban cada día.
Un día, llorando en silencio en un parque de Islamabad, una mujer afgana se me acercó. Me dijo que iba a ser reasentada en Canadá y añadió: «Te voy a dar un número… quizá esta señora pueda ayudarte». Ese número pertenecía a una mujer española. Después de explicarle mi situación, me dijo que no podía prometer nada, pero que intentarían ayudarme. Y cumplió su palabra. Así es como conocí a Netwomening.
En octubre de 2024 la Embajada de España me dio una cita. Ese día sentí que la vida volvía a darme un rayo de esperanza. Fui a la entrevista, entregué todos los documentos, pero la embajada rechazó mi solicitud por razones injustas. Mi mundo volvió a derrumbarse.
Pero la mujer española me sostuvo con sus palabras, con su paciencia infinita y su cariño. Me dijo: «No te rindas. Vamos a luchar esto en los tribunales». Y un abogado y una procuradora se responsabilizaron de mi caso. También me pusieron en contacto con otra organización, People Help, y pude escolarizar a mis hijos.
Durante ese año, cuando la policía venía a mi casa en Pakistán, yo la llamaba llorando, desesperada, sin saber el idioma. Ella buscaba ayuda, escribía, llamaba, protegía. Nunca me dejó sola. Y nuevamente llegó octubre.
El Tribunal, gracias a los esfuerzos de Netwomening y el abogado, comprendió mi situación y ordenó a la Embajada emitir mi visa de manera urgente. Pero antes de que pudiera recogerla, la policía pakistaní me arrestó para deportarme. Me llevaron a un centro de detención. Desde allí envié mensajes de voz, fotos, vídeos, todo lo que podía. Y una vez más… Netwomening me escuchó.
Salvamos nuestra vida, literalmente en el último momento. Finalmente, pude recoger la visa. Llegué a Madrid con mis hijos. Por primera vez en muchos años sentí libertad, sentí seguridad, sentí que el mundo no era solo dolor.
Hoy vivo en un lugar seguro. Mis hijos están escolarizados. Yo estoy estudiando español. Estamos comenzando una nueva vida. Y todo esto fue posible gracias a una mujer que no me conocía, que no hablaba mi idioma, pero que me dio esperanza, amor y humanidad.
Por eso hoy, desde lo más profundo de mi corazón, quiero decir:
Gracias a ella y a Netwomening. Gracias por salvar mi vida, la vida de mis hijos, y por devolverme la esperanza. Gracias a todo el equipo, abogados y organizaciones que apoyan a las mujeres afganas, y gracias al Gobierno de España y al tribunal español por escuchar mi voz cuando casi nadie más lo hizo.
Siempre llevaré este país y su gente en mi corazón. Este nuevo comienzo es un milagro para nosotros y nunca olvidaré a quienes lo hicieron posible.
Con gratitud infinita,
Farzana


















